La organización feminista Mujeres del Muro
lleva casi 30 años reclamando poder rezar en voz alta, con una Torá
(Pentateuco) y envueltas en un talit (manto de rezo) en el Muro Occidental
(Muro de los Lamentos), en contra de la minoría ultraortodoxa judía, que las
veta, y la Policía, que controla que no lo hagan.
Lesley Sachs nació en Suráfrica y creció en
Haifa, ciudad tradicionalmente tolerante en el norte del país, en el seno de
una familia atea y hoy es la directora ejecutiva de Mujeres del Muro, que exige
el derecho a que hombres y mujeres recen juntos en el Muro Occidental (“Kotel
Hamarabí”), donde la ortodoxia impone segregación de género.
Sachs tiene una larga trayectoria de acción
feminista que empezó justo después de su servicio militar, a los 21 años, “en
una época en la que el Ejército estaba plagado de acoso sexual y la pirámide de
poder era inamovible: todos los comandantes eran hombres y las soldado estaban
abajo”, explica.
Gracias a su activismo y al de otras
mujeres en la organización feminista Red de Mujeres, durante los años 90 se
cambiaron leyes fundamentales como las referentes al acoso sexual en el
Ejército y la aceptación de mujeres piloto, con el famoso caso de Alice Miller,
que logró que la Corte Suprema forzase a que se aceptaran a mujeres en los
cursos de aviación.
“En 1998 decidí ocuparme de otro asunto muy
cercano a mi corazón, el del pluralismo religioso, ya que en Israel hay
sólo un modo de ser judías y judíos, y quienes peor paradas salen son las
mujeres”, expone Sachs.
En el Muro Occidental, gobernado por la
ultra ortodoxia rabínica, los hombres pueden rezar en voz alta y con el libro
sagrado, las mujeres, en cambio, lo deben hacer en voz baja y sin la Torá, amén
de cubiertas en señal de modestia.
Pero no siempre fue así: el muro era un
lugar de rezo mixto hasta antes de la reconquista israelí de la Ciudad Vieja de
Jerusalén en la Guerra de los Seis Días, en 1967.
En 1990 se aprobó una ley en la Knéset
(Parlamento) que decía que todo aquel que rece en el Muro Occidental de modo
diferente a las costumbres del lugar y perturbando a los demás fieles, será
castigado con pena de cárcel, hasta seis meses, o multa.
“La Policía y el rabino del “Kotel” (Muro
Occidental) decidieron que mujeres rezando con talit y en voz alta -algo que
molesta a los hombres ultra ortodoxos porque ‘los distrae’; y en lugar de
hacerse tratar su distracción silencian a las mujeres- va en contra de las costumbres
del lugar y por eso nos detienen”, relata Sachs.
Todo comienzo de mes judío, las Mujeres del
Muro se reúnen en la explanada y rezan como Dios les dio a entender, esto es,
con talit, con Torá y en voz alta, y son detenidas de modo recurrente.
“He sido detenida por la Policía cinco
veces, pero la lucha por el cambio en la imagen del país, por los principios
democráticos, merece la pena”, explica esta mujer.
“Al final, me llevaron a juicio y el juez
dictó una sentencia que sentaba precedente y nos permitía rezar como
queríamos”, recuerda con alegría.
“El juez dijo: ‘¿quien dice que las
costumbres del lugar son las ultra ortodoxas? las Mujeres del Muro llevan 28
años allí, sus costumbres también son las costumbres del lugar”, añade.
Entonces comenzaron las negociaciones con
el gobierno para otorgar a las Mujeres del Muro, y a los demás movimientos
reformistas y liberarles que se les unieron, un espacio de rezo pluralista.
“Lo que empujó a (el primer ministro
Biniamín) Netanyahu a negociar con nosotras es que el juez dijo que mientras no
tuviéramos otro lugar donde rezar, teníamos que hacerlo allí”, indica Lesley.
Las negociaciones duraron tres años y
Netanyahu aceptó en enero de 2016 habilitar un área cercana al Muro Occidental
para ello, sin embargo el pasado junio se desdijo, por presiones de los
representantes de la ortodoxia, y ahora el asunto está de nuevo en los
tribunales.
“Netanyahu no decide nada, está sentado
mirándonos: de un lado nosotras y del otro los ortodoxos y él pensando ‘que se
maten entre ellos”, explica Sachs.
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