Cuando
en los finales de febrero de 2011, la diputada Diana Conti expresó:
"Deseamos una reforma constitucional porque queremos una Cristina
eterna", nadie podía imaginar que después de haber dejado la presidencia
hace casi dos años, Cristina Fernández aún está todo el día en boca y pluma del
periodismo que le va y el que no.
Primero
fue por las innumerables causas judiciales que tiene en su contra, después por
si era o no candidata a senadora por la Provincia de Buenos Aires, si ganaba o
era derrotada, por cuánto, porque perdió cuando había ganado, por la lentitud
del escrutinio que le imposibilitó el festejo la noche de la elección,
porque si la Legrand o la Giménez la
entrevistaban en sus programas, porque el reportaje que finalmente le hizo un
periodista estuvo o no pautado y si la ayudó o perjudicó en su campaña, que
ahora hace el mismo timbreo que la gente del PRO, que ya la llaman a declarar,
que va a ir presa…
Nadie en
Argentina debe haber recibido tantos millones en publicidad gratuita para su
campaña política teniendo en cuenta que por la cantidad de votos obtenidos en
las P.A.S.O. ya es senadora. Si la “ayuda” fue una decisión política es posible
que no haya sido la correcta como también la de inundar las redes sociales con
mensajes lapidarios hacia la gestión de la ex tanto como laudatorios para el
actual gobierno. Esos lugares no convencen a ninguno que no desee ser
convencido, es decir alguien que sea una especie de marmota electoral a quien
pueda llevarse de narices al cuarto oscuro taladrado su cerebro por
publicitarios y periodistas. Cuando el 24 de mayo de 1974, Perón habló
ante el Congreso Nacional Justicialista en la sala del Teatro Nacional
Cervantes dijo: “En 1945 cuando comenzamos nuestra acción, teníamos
todos los medios de comunicación en contra, y ganamos. En 1955 teníamos todos
los medios a nuestro favor y nos echaron. En 1973 todos esos medios estaban
otra vez contra nosotros y ganamos”. Los peronistas que están en el
gobierno de Macri deberían haberlo recordado.
Si
Borges ha manifestado con su exquisito sentido del humor, que “la democracia es
un abuso de la estadística”, deberíamos decir que los números de las encuestas
a nivel planetario son un abuso de quienes las financian. En el Brexit,
en el duelo Trump-Hillary Clinton y en referéndum por la paz en Colombia,
ganaron los que, curiosamente, eran claros derrotados en las urnas de acuerdo a
los comunicadores y encuestadores militantes de la izquierda. Y Macri, por si
no se lo recuerda, luchaba por no quedar diez puntos debajo de Scioli y llegar
al balotaje. Terminó ganando por un par de puntos. En síntesis, todos los
que perdían, terminaron ganaron. Como Cristina.
En este tiempo que corre todos saben por
quién va a votar, en especial los indecisos que lo son hasta que dejan de
serlo. Estoy harto de escuchar la palabra Cristina. Es demasiado. Ya basta.
Juan Ángel Salinas Bohil
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