Por JUAN ÁNGEL SALINAS BOHIL
En los tiempos que corren al periodista se le dice “comunicador social”; la maestra es una “trabajadora de la educación”; el peón de campo es un “trabajador rural”; un portero de edificio es “encargado” y un perro es una “mascota”.
En los tiempos que corren al periodista se le dice “comunicador social”; la maestra es una “trabajadora de la educación”; el peón de campo es un “trabajador rural”; un portero de edificio es “encargado” y un perro es una “mascota”.
Chiquita, Bambi, Negro, Lobo, Viruta, Pucho, Boby y tantos otros fueron mis compañeros de infancia y adolescencia. Y Otelo, mi
querido Otelo, mi compañero, mi amigo y confidente que aún hoy lloro a
escondidas, vino para acompañarme en la adultez. Otros conocerán de gatos. Yo,
de perros creo saber bastante.
Mascotas
eran los sea monkeys que
se vendieron en la época de Martínez de Hoz o la tortuga Spike que se le extravió
al embajador estadounidense James Cheek.
Antes los perros eran rescatados del abandono. Ahora se los compra alimentando un negocio
fabuloso en base a hembras que alumbran sin cesar hasta quedar inutilizadas.
Los “productos” salidos de esas “fábricas” son estéticamente lindos,
mascoteramente enfermos y de poca vida.
Cada departamento tiene su
“mascota” al que en líneas generales sacan a hacer pipí dos veces al día como
si en las “fábricas” pudiesen haber sido programados como robots para ese
menester.
Comprar una mascota es moda,
tendencia. Se la puede tener en un departamento: en una pecera o en una caja de
zapatos comiendo lechuga o se los puede abandonar 14 horas por día porque el
dueño o dueña trabaja o por un fin de semana largo. Eso sí, el dueño no se
cansará de repetir “es como de la familia”.
Y si realmente “es” de la familia uno debe preguntarse por qué no lo
carga en el auto y se lo lleva evitando así que taladre los oídos de los demás
consorcistas entre los cuales se encuentran por lo general personas de edad
avanzada, enfermos o simplemente aquellos que han elegido esos días para
descansar.
Existen más recomendaciones para
cuidar mascotas que a las personas.
Algo anda torcido si los Reglamentos de Propiedad no son respetados, si no importan los ruidos molestos y los jueces determinan que hay “ladridos soportables”, si se los hace correr sin descanso atados a una moto o bicicleta, si una jauría impide el paso de personas en una vereda u otra vive en un departamento de reducidas dimensiones, si el Estado municipal obsequia bolsas para deposiciones cuando debería ser potestad de los dueños el comprarlas o si comen vaya a saberse qué basura hecha a base de molienda de desperdicios. ¿Por qué te quiero te aporreo?
Algo anda torcido si los Reglamentos de Propiedad no son respetados, si no importan los ruidos molestos y los jueces determinan que hay “ladridos soportables”, si se los hace correr sin descanso atados a una moto o bicicleta, si una jauría impide el paso de personas en una vereda u otra vive en un departamento de reducidas dimensiones, si el Estado municipal obsequia bolsas para deposiciones cuando debería ser potestad de los dueños el comprarlas o si comen vaya a saberse qué basura hecha a base de molienda de desperdicios. ¿Por qué te quiero te aporreo?
Lamentablemente para quien quiere
de verdad a los perros, las mascotas de cuatro patas y con cola se han
convertido en plaga: como las palomas. Pero una plaga elegante que cuesta
muchos billetes para aquellos que tienen el tupé de quejarse de los precios de
las tarifas de los servicios públicos, del precio de las expensas o de lo que
gana el encargado o el administrador de su edificio.
QUÉ HACER
Hay que gravar el precio de las mascotas “de raza” y colocarles como en Uruguay un chip que permita la identificación de las mascotas y de sus propietarios, registrar los criaderos, refugios y lugares de venta que deberán ser atendidos por profesionales, obligar a vacunarlas anualmente debiendo guardar los certificados correspondientes, hacerse cargo civil y penalmente de los daños producidos por sus ataques porque “las mascotas no muerden… hasta que muerden”, hacer cumplir la ordenanza 41.831 de la Ciudad de Buenos Aires, dictada por el ex Concejo Deliberante en 1987 y refrendada por la Justicia que señala que deben ser paseadas obligatoriamente con correa y bozal, y los paseadores deberían estar inscriptos en la AFIP y Rentas del respectivo distrito en que actúen.
Hay que gravar el precio de las mascotas “de raza” y colocarles como en Uruguay un chip que permita la identificación de las mascotas y de sus propietarios, registrar los criaderos, refugios y lugares de venta que deberán ser atendidos por profesionales, obligar a vacunarlas anualmente debiendo guardar los certificados correspondientes, hacerse cargo civil y penalmente de los daños producidos por sus ataques porque “las mascotas no muerden… hasta que muerden”, hacer cumplir la ordenanza 41.831 de la Ciudad de Buenos Aires, dictada por el ex Concejo Deliberante en 1987 y refrendada por la Justicia que señala que deben ser paseadas obligatoriamente con correa y bozal, y los paseadores deberían estar inscriptos en la AFIP y Rentas del respectivo distrito en que actúen.
Y si pueden tener regímenes especiales de comidas, visitas
periódicas al veterinario, al coiffeur,
al patólogo o paseadores, por lo cual
sus dueños no exigen comprobantes de pago por esos servicios significa que los
mismos que ponen el grito en el cielo por los vendedores callejeros o aplauden
los operativos conjuntos en “La Salada” alimentan el trabajo en negro, la
corrupción (trabajo para la AFIP).
Para la especie en extinción llamada “perro”, lo señalado en
la nota no cuenta. Fin.
(*) Nota publicada en REUNIÓN DE ADMINISTRADORES, edición 321 de enero de 2018 http://www.reunion-adm.com
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